Adela, padece un trastorno mental que no reconoce como tal, lo que la lleva a buscar la solución en la religión y en ritos populares. La protagonista se siente incomprendida tanto por su familia como por el entorno médico y psiquiátrico, donde la medicación se presenta como el remedio absoluto a todos sus problemas. Pero ella necesita que alguien escuche lo que realmente le ocurre. Cree estar vigilada, siente una presencia que a veces la toca y le hace daño dejándola prostrada en cama durante días. El único lugar donde su realidad tiene cabida es en la religión, lo que la lleva a visitar a una curandera a la que le confiesa como y cuando empezó todo.